No hubo una flor más bella que Azucena,
que nació de blanco, pureza y gesto,
y con paso de ángel siendo honesto,
llenó su corazón como sirena.
Con mar en calma, riendo y siendo buena,
fue mimada mil veces por supuesto.
Nadie llegó a pensar en lo funesto
y nuestro ángel vivió como terrena.
En la senda la flor quedó perdida.
El destino arrebata lo impoluto.
Y la sangre surgió de fría herida.
Cae el llanto en la cumbre adolorida.
Tiempo de palidez que lleva luto.
Y a mi lado, su esencia más florida.