Son blasones que perviven
en el tiempo y geografía.
No señorean los dinteles,
ni se les trata de usía.
Algunos hombres se rinden,
mas sin rendir pleitesía,
al que muestra una sonrisa
que oculta melancolía.
Hacia el que exhibe una mueca
unos brindan deferencia,
y las crueldades de otros
le humillan sin indulgencia.
Hoy no he podido otorgarles
mi habitual cortesía;
el tiempo se ha encanecido
y sus vidas consumía.
Ya son blasones fijados
en los dinteles de puertas
rodeadas por cipreses
que ensombran las almas muertas.
Unas lágrimas recogen
mi pensamiento por ellos;
pasearé a depositarlas
entre sepulcros tan bellos.