Es el tiempo el enemigo, no tus coplas,
son las ansias del veintiuno, no tus alas,
son los ciegos del ocaso, no tus besos,
somos otros los incautos, no tus pechos.
Perfumada, como nardo, te atesoro,
anhelante, como verso, te oigo clara,
tus empeños de mujer llegan al alma,
del que sabe musitar en tus palabras.
No dudes del ardor de la conciencia,
eres alumbre que amorosa aclara,
y que deja a la pluma agradecida,
y a mi corazón ufano, paladeando,
las hermosas vetas de madera extraña.
No dudes del amor, es uno solo,
que en preciosa gema te convierte,
que en flor de la pradera te transmuta.
…Y en luna enamorada de los lobos.
Somos otros los distantes, no tus letras,
que con sangre viertes en la aurora,
que en el ocaso limpias de otra suerte,
sopesando, muy triste, tus entrañas...
Pespuntando una a una, lágrimas tuyas.
Somos otros los ajenos, no tus besos,
somos otros los incautos, no tus flamas,
somos otros los hambrientos, ya perdidos.
Tú eres hambre hasta el delirio...
Mujercita enamorada como Dios dijo,
¡Eres toda una mujer!
Que con puro llanto y dulzura...
nos embriaga.