Las mismas estrellas de la noche
envuelven la estación de nieve,
desde allí miran el horizonte
disfrazado de dulce noviembre.
Al caer desnuda la noche
en silencio se pinta la luna,
llévandole el rumor del mar
a esa fría estación oscura.
El sueño enceniza sus paredes
si el tren arriba a la terminal,
rubores de luz en sus andenes
y vestigios de brisa matinal.
Navegó el tren por las mismas vías
de bellísimos reflejos de mar,
el viejo andén gritó su despedida
con labios niños y lluvia de crital.
La tempestad calla sus barreras
con los mismos colores del invierno,
si el fugaz amanecer dejó su huella
en el dulce reloj de sus recuerdos.
Llega y se va en un adiós,
con ansias, sueño y espero,
yo, solitaria estación,
él, hermoso aventurero.
Ceci Ailín