En este momento,
cuando un viento en besos nos abarca juntos,
cuando los abrazos llegan al extremo,
cuando cede el plexo y arde hasta los dedos;
y la comisura de tus labios gruesos se vuelve sonrisa;
Displicentemente,
sin nada de prisa,
la ropa se muda por entre el oleaje de sábanas crudas
y emerge el desnudo que al fin nos entibia.
Colmados,
ansiosos,
con palpitaciones,
con todo el bagaje de indirectas vivas,
arrumacos previos,
y manos que aprietan;
nuestros corazones,
saltan hacia afuera
y nos desgranamos como girasoles
cediando al aceite que cede e inquieta.
Y al llegar al cénit,
¡Ay!
a la cumbre altiva,
donde se conjuga semen y saliva,
nos fundimos siendo
esos fuegos vivos
que serenamente incendian la pieza.