Con el silencio del atardecer,
trajo el susurro de sus versos,
suaves, sensibles y cautivadores,
como el aroma de los jazmines.
Con la sutileza del viento,
recorrió las profundidades
de las azules aguas de mi alma,
dejando turbulencias a su partida.
Acaricio la belleza de mi corazón,
y hermosa es la vida cuando lo amo,
Ahora me entiendo y al viento pregono,
no tengo dudas de este amor.
He trazado mi fe en el destino,
para retener su amor para mí,
y a cambio dedicarle todo mi ser,
Ven y termina esta soledad.