En el camino, un suspiro
Intento ser poeta infiel
intento ser caminante,
pero mi agonizante ego, terco, inconstante
me frustra,
como a la abeja su panal, sin miel,
a veces voy en luz
otras a oscuras,
tropezando muchas veces
y pocas veces dejándome caer.
A veces escribo sin sentido
y pocas veces de corrido.
Le escribo a mis hijos,
a mis secretos amores
a los montes desconocidos por donde camino,
a mis amigos fieles y leales
y también a los no tan fieles.
También le escribo al camino,
si… al que me aleja de Lima
y me lleva a Pasco
silencioso, triste y desolado,
por donde muchas veces
con ser libre he soñado.
Le escribo a la soledad
que nadie quiere,
pero que muchas veces es la única que me acompaña,
le escribo a los pastos hasta ayer verdes
de las pampas del Bombón,
por donde muchas veces dejé los ecos de mi voz
al son de los latidos de mi corazón.
Le escribo al Dios eterno, infinito,
al creador y también la fuente
por quien muchas veces me permito blasfemar
y con derecho de hijo,
espero… me va a perdonar.
Le escribo a mí madre,
tan sabia y justa como sana en su salud,
tan consecuente en sus decisiones
por estar alejadas de pasiones,
no habrá disculpa en el alma
y menos en las paginas del Talmud,
porque en este momento tal vez
hable más, el dolor, el resentimiento
y poco menos la razón.
Le escribo también a los versos
por ser maestro sin saberlo
del irreverente, sensible y crudo Sabina,
a su cerebro intacto después de un coma,
que no logró llevarse la cocaína.
Ya cayó la tarde
empieza la noche,
el bus continua su marcha,
sigo escribiendo ya casi a oscuras,
extraño a mi hijos
para quienes tengo reservados muchos versos,
algunos en rima
algunos simples en prosa,
pero todos ellos, llenos de amor,
muchas, muchas
y tantas, tantas,
páginas e inspiración,
que solo un padre que ama con nostalgia
escribiera aún a la distancia
y sin tanta meditación.
Le escribo a mi hermano Camilo,
a Camell en la “La historia de un Angel”,
por regalarme un abrazo, sin brazos,
con quien celebro su penúltima mentira
con quien celebro sus amores de primavera,
bañados algunos por recuerdos tristes
y otros por una sonrisa traviesa,
Y para este escribidor
aspirante a poeta,
no espero ni digo nada,
porque después de muertos
la esperanza se hace cierta
y empieza recién la vida,
en algún lugar del Hades
o de la infinita existencia.
Mis versos son míos
y son tan pocos,
como mis malos sentimientos, pocos,
son tan simples,
algunos tristes y fríos
otros calidos y sonrientes,
que en mis aurículas y ventrículos
todos ellos revolotean.
Debajo de mis letras,
yace una sonrisa, un llanto,
debajo de mis letras
late un corazón
cubierto por un tul
que intenta ser un manto
y proteger a este sensible escritor.
Por: Arturo Zárate Curi
Escrito, en algún asiento del bus, de camino a Pasco...en la segunda quincena de setiembre del dos mil diez…