Hace poco iba caminando
por la plaza de las Victorias,
y sin querer fuí recordando
aquellas terroríficas historias.
Me contaban de pequeño
que en las casas abandonadas
desde muy antaño,
se paseaban sombras extrañas
sin permiso de los dueños,
prendiendo los candelabros
y planeando en las noches
de brujas juegos macabros.
También hablaban de duendes,
seres diminutos, feos,
mal educados y verdes
que acosaban a las muchachas,
haciendo favores de buena
gana mientras sus pasiones
ardían como antorchas.
La historia que más me turbó
fue la del jinete sin cabeza.
Me imaginaba un no-muerto
cabalgando en su caballo negro
durante las noches de invierno,
atrapando con sus hilos de terror
a la más lúcida consciencia.
Después de desfilar por mi
memoria estas y muchas
historias más, lancé una
carcajada de forma inconciente,
aunque nada irónica.
Si estas fábulas de "caminos"
estremecen a cualquiera,
no se imaginan las de "plazas",
pues van desde brujas secretarias
hasta zombies mandatarios.