Amor que tuve por encanto mío,
querencia santa, bendición celeste;
amor es hoy que me resabe agreste
cual sequedal, desolación... El río
que de sus aguas se quedó vacío
no es cosa más que el sentimiento aqueste
cuyo que no hay como el así que ateste
a mi alma, ¡oh, dicha!, de tan rudo hastío.
Amor que -cuésteme lo que me cueste-
raer pretendo y en lo tal porfío
sin que mi objeto, por decir, se preste
a menoscabos en que el extravío
conduzca a instancias en que no le aseste
golpe de muerte a lo que muerto ansío.