Aún no amanece, aún es temprano,
con el peso ciego de las horas
cubro el cielo dormido con mis manos,
para armarlo con alas de mariposas
y dormir un sueño tranquilo en el prado
donde una niña vive su cuento de hadas
en su propio castillo encantado,
espera a su príncipe en la torre más alta
y ataviada en su fresco vestido blanco,
sueña que él llega al fin a rescatarla.
La niña anhela estar frente a la fuente
y poder, de pronto, tener sed,
para torcer el rumbo de su suerte
y confiar en que al fin verá nacer
a esa mujer hermosa, valiente y fuerte,
que conquistará un lugar para brillar
al sentir que la suave brisa de primavera
la empujará a dejar ese mundo atrás,
sin desteñir el color de su belleza
la llevará de la magia hacia la realidad,`
para sepultar por siempre ese castillo de sueños
allí donde el cielo se funde con el mar,
lejos, lejos, bien lejos en el recuerdo
arropará a la niña sin el zapatito de cristal
a la niña que temía a la medianoche de su deseo,
a la niña que vivió soñando con amar,
que permanece oculta en el alba del otoño
deseando dormir sin pesadillas en la eternidad,
con la lluvia de un abril sin retorno;
pero será en algún lugar
de mi corazón en tempestad
donde sepultaré dentro de aquel castillo
a la inocente niña que eclipsó mi realidad.
Ceci Ailín