Con la barbilla apoyada
en el ferroso de la baranda
domestico mis sentidos
y aventuro ojos y oído
a rebuscar el espejo extraviado
en la penetrante oscuridad
que encadenada a la humedad
resuena con su voz en eco
al llamar al agua escondida
muy abajo, en el profundo pozo.
Agua: remolino de ideas.
Agua, tú eres coqueta;
adornas tu contraluz líquido
sea cuales sea la lumbre de las esferas,
presumes de un sinfín de siluetas
y paciente contorneas
minusculos granos de arena
levantando castillos
en largas playas desiertas.
Agua, eres ráfaga y cometa,
aposentas por el espacio
destellos de vida plena
y deshaces la dura roca
al compás de valses, en el viento
rematando con dulzura tu faena.
Agua: descubres paciente
ardua inquietud que espera,
y esperas al siempre vigente
dardo acunado en celeste,
que con colores de alrededor
y su intensidad hecha luz
cubre impregnando el universo
cual si fuera un alud.
Agua, le gritas al cantaro pulido
por alisantes mareas,
con el que el niño travieso conversa
mientras con él, manosea y juega
y desatendiendo la presión de sus dedos
resbala abalanzándose dentro de ti;
entretejiendo el sonido, un estallido,
como de un par de dedos chasquido,
que conforma al instante
la expansión de ondas cantarinas,
llenas de una resplandeciente
dócil y complaciente melodía.
Desde la altura que le pertoca
el sol calienta mi cuerpo,
el cielo (de traiciones) me guarda la espalda.
Desde una lejanía cual no se toca...
el agua acaricia mis sienes,
acalla un torbellino de cuestiones
engrandeciendo la lógica
cuidada, por centurias
continuas y encajadas
como exactas piezas de puzzle,
que responden exentas de mentiras,
y absorven la porción guerrera
transformándola, reconduciéndola,
tornándola mansa.
Agua soy,
agua necesito,
agua tengo,
y como olas recito,
me acerco,
vengo, llego e impregno,
posándome en las entrañas
hasta de esos confines parlantes,
que bautizan con palabras
elaboradas, desde el susurrante silencio.
Agua, tú goteas,
y desbaratas con tu persistencia
conceptos estrictamente corporeos,
cuales tercos sentencian,
espoleando el rebuzno del asno,
su obstinación y la coz,
aunque de uno no fuera
querer ni complacencia.
318-omu G.S. (bcn-2011)