Los sueños fueron más que hojas perdidas
en la niebla húmeda que miró el pasado,
los recuerdos volaron con imágenes de lo alado
y las lágrimas callaron sin salidas.
El hombre es sólo juego del destino,
es un sueño que navega en lo infinito,
y surge cuando el alma se ha escapado,
de la cárcel del hueso y de la carne.
No siempre lo que importa es lo vivido.
Quizá, el olvido. Sí, mejor meterme
en sí mismo sin más remordimiento,
pero luché por no vivir días en vano,
huyendo del sueño inerme,
bajo el encanto de las estrellas.
No busqué un triste sueño para verme,
sino que me uní al arte, con juramento,
que se da cuando la inspiración alza la mano,
en la acción del presente que no duerme.
Duerme solo el sueño con su destino.