Conmigo no contéis
me he quedado sin balas y no tengo intención de asesinar
filisteos con honda
ni a embarcarme en fragatas de papel que se alimenten
de cuevas submarinas
conmigo no contéis,
pero que a nadie
se le ocurra pensar que si he venido hasta aquí es con la idea
sutil de disculparme
y tampoco soy viejo sino un poco
menos niño que antes
y he aprendido
que meterme en los charcos sólo acaba trayéndome
pulmonías nocturnas
o decidme si no
de qué ha servido el fragor de los combates,
las canciones protesta,
las guerrillas de a pie o el exterminio
de alondras y cilantros
después de haber creído que la lucha de clases movería
lo pilares del mundo
hete aquí
que seguimos usando adjetivos posesivos con la misma razón
-aunque ahora en inglés-
y no han cambiado de nombre ni de dueño
el dolor
o la gula,
quienes eran pontífices ayer
hoy son beatos
y todo sigue igual y ni ha cambiado
ni el silencio de sitio.
Y es que a veces
yo querría saber de qué costilla de Dios estamos hechos
o en qué puzzle encajamos
y qué pinto escribiéndoos a la luz de un candil semiapagado
versos que no leeréis.