Tu rostro de siempre,
El rubicundo, el besable, el dueño de mis manos,
De mis recuerdos, de mis ojos;
Tu rostro dispuesto, armónico;
el que blanquea frente mis afanes;
el que adoro…
hoy irresistiblemente bello.
Así lo recordaba en los insomnios,
pidiendo por los ojos que regrese,
aunque tus labios le contradigan.
Tu rostro impresindible:
Lo quiero de amanecer por siempre,
El ùnico que me llore al morir.