Soy de Dios al antojo:
un amalgama de sentimientos
y temores como un volcan
adormecido que esconde
la fuerza de su pasion.
Tímido como una estrella
que se oculta en el levante
y obsesivo con su presa
como cazador.
Libre cual los rayos dorados
del sol que por doquier hieren
sin fija autorización.
Nostalgico ante la sinfonia
de la lluvia, y a la vez,
alegre en mi dolor.
Fiel enamorado como
can por su amo,
y, aunque no lo creas,
una flor me tiene encadenado,
unos ojos de onice me robaron
el fulgor, pues soy esclavo
de tu dulce, discreto
y humilde corazon.