LA CIUDAD
A los vidrios traslúcidos de una ventana.
Un cielo desteñido se asoma.
Lo recortan los edificios de una ciudad mecanizada
Y la esclavizante marcha comienza.
Un ritmo acompasado de brazos y piernas.
La conciencia busca su lugar.
El hastío, la zozobra, trasnochadas alegrías,
Se toman de la mano
¿Habrá quien piense en el intento vano
Del ave de vuelo corto, que quiere besar los altos picos
de las cumbres?
¿En la impaciencia del nonato.
Que ignora el destino en el mundo futuro?
¿En la procesión de almas que reclaman
Su orfandad en el amor?
¿El consuelo de las noches desnudas?
¿La mano estirada, desde las estrellas?
¿Quien llore el llanto, quién grite el grito?
¿Quien rece los versos incompletos
Del poeta que truncó la muerte?
Todo sigue igual,
Nada la detiene.
Es la esclavizante marcha
De la ciudad.
Teresa Ternavasio
29/05/2011
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