Por dos días llovió,
llovió en el parque florido;
en dos días mojó,
purificó al árbol vacío.
Corre el efímero torrente
arrastrando barcos de papel.
Los viejos limpian sus lentes
y los niños humedecen sus pies.
El cielo arroja colérico
sus lágrimas netas,
como el infausto que lanza sueños
tal si fueran dóciles saetas.
Sé que en el fondo del jardín
está una tímida doncella
percibiendo lo suave del jazmín
y esperando en mi glorieta.
¿Qué aguarda sentada?
¿Qué calor le dará el mármol?
Miró hacia la ventana
y contempló mi rostro pálido.
Y aunque el viento azotaba
ella permaneció en silencio
observando la gris fontana,
observando un nido muerto.
En un instante de lobreguez
perdí a la princesa de hielo:
dejó un guante en mi dintel
y escarcha en mis cabellos.
Si quizás volviese a verla
acariciaría su mano,
si quizás volviese a verla
… la esperaría en el banco.
Rodrigo Eugui Ferrari
Urugauy