4/09/2004 2:07 p.m.
Si te murieras y yo ya no te viera, hablaría contigo todo el tiempo, sabrías lo que pienso y siento.
En el momento en el que dejaras de existir para este mundo, te disolverías y serías parte de los elementos de la tierra.
Tu hogar estaría en el cielo, te dedicarías a transformarte en todo lo demás, volarías como parte del aire, libre por la bóveda celeste.
Atravesarías el cielo una y otra vez en forma de nube, verías todas las ciudades desde lo alto, besarías la luna, tomarías un poco de brillo de las estrellas, jugarías con los rayos del sol, resbalarías por el arcoiris, vendrías a la tierra en forma de lluvia, serías la gotita de una cascada, una lágrima, estarías en la tierra dando vida a una flor.
Pero mientras todo eso pasa, mientras te reintegras al universo, estás aquí: regalándome el brillo de las estrellas, los besos de la luna, el calor del sol, la frescura de la lluvia, el refugio de las nubes, la fuerza de una cascada, la alegría del arcoiris, la quietud del viento, la armonía de las hojas de los árboles, la magnificencia de las montañas, la serenidad del agua, el coraje del mar, pero sobre todo, la indescriptible sensación de estar viva.