Mi pecho sufre, chaparrita linda,
-saberlo debes-, de desasosiego
en tí al pensar y a pesar desde luego
de que tu alma de mi amor prescinda.
Sé que es verdad, mi solar no colinda
con tu vergel y aunque corpóreo apego
no me faculta el amarte a lo ciego
lo tal no es causa para que me rinda
pues si oceános de solaz me brinda
el que te adore sin medida, luego
no es cosa bien que a la pasión escinda:
dicho mejor que al ardoroso fuego
que contra el frío de tu amor me blinda
busque extinguir en realidad o juego.