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Los interludios del pianista


La bruma se yergue,

se esparce,
como momentáneo epitafio.
Como serpiente

irguiéndose es cobra,
enroscándose anaconda.
Obstruye arterias metafísicas,
acelera el pulso cardiaco,
comporta colapso,
presiona,
tensiona,
y de tal parto (sorpresivo)
ante ella...
crece la confusión,
el algodón es esparto.

 

Niebla, espesa niebla,
que arrastras y abduces.
Densa tú,
paulatinamente absorves,
repentina enturbias
la claridad.
Y la fluidez,
sudorosa,
amedrentada,
pierde el sentido,
sufre desmayo,
cae derrotada;
porque tú...bruma densa,
turbia niebla,
tensión, presión,
confusión,
de la luz ocaso,
estrechas las gargantas,
oprimes fuerte el pecho,
acortas el carrete,
el largo echado de la cuerda.

 

Sin saber más...la lucidez
cambia su estado,
transformándose
gira su cara,
nos rechaza,
o quizás...como el ciclista en una etapa,
agotada,

su peladear deja.
Los estadios se alternan....incesantemente,
también las diferencias
y por más que queramos,
por más que nos duela,
ahuyentados se desvanecen
los paisajes extasiantes,
afrodisiacos.
Fruto de repentinas turbulencias
el avión ya no planea,
invadido,
desmerecido
es poseido por ajena inercia.
Las formas pierden su intensidad,
la esfera mengua
decreciendo próximas epopeyas.
Se detallan con pelos y señales
los fantasmas (minúsculos y gigantes)
y atrapado en el recuerdo
que ni el hombre por hombre sabe,
los nombres adolecen de sentido
y se destapa el cofre donde están guardadas
preguntas enormes
y pesados interrogantes.

318-omu G.S. (bcn-2011)