Ahora el hombre, ya no es hombre,
la cama lo domina y su cara esta vencida,
el murmullo de los cuervos da el presagio de un nuevo
y peligroso viaje.
Lo placentero se desvanece, el balcon iluminado por el sol
parece atraer a las sombras para su festin,
el carroñero esta a su lado, no hay fuerzas para vencerlo,
el vigor de aquel con sangre de tierra, de ese sujeto que aspiraba ciudad
y suspiraba montañas se extingue con el camino.
Su rostro sigue extaciado de joven figura ,
descansa sobre el trabajo de sus manos,
y alimenta su mente con pensamientos incognitos,
mas ya no se desvela por el abrazo de su cultivo.