Por esos huecos tristes del olivar
se escucha una letanía elevada
y una sonrojada gitana llora desconsolada
por el yugo que ella permitió levantar.
La luz de la luna más lunar
alumbra el desvelo de la gitanilla,
sus lagrimas se vierten por la tierra
y su irónica sonrisa abona la soledad.
En ese olivar la sangre surcaba riachuelos de dolor
y el ferviente odio corría por dentro del aliento
pues no había pueblo más masacrado
que el de aquella gitanilla de un pueblo gitano.
La gitanilla estallaba de furia al fin,
y un ahogado grito seguido por las palabras
propias de un maldito:
Candorosa pasión de la comunidad
que ya de poco nos sirve,
se acabo la alegría
y el vivir con una sonrisa por mueca
por una sonrisa que se desvanece hueca.
Alarmar al cielo que os proteja
que no os deje al libre albedrío,
levantar las armas y romper yugos,
acrecentar nuestra tiranía contra el opresor
clamar justicia sin dilación.
Dios cuanto dolor.
Nos has dado la espalda
y nosotros te brindamos,
te aclamamos, te adoramos
y tu nos diste la espalda.
A ti mi Dios que permites
la crueldad de mi pueblo,
a ti esta sencilla gitana
te olvida, ya no me sirves de consulo...