EL HOMBRE DE LA CRUZ
Destello de sangre bosqueja la aurora.
Cristo, el galileo, habrá de morir.
La bestia carga la maldad en sus fauces
Saborea su furia incontenible.
Se respira aire de felonía
La carne se debilita
El cielo oscurece sus nubes
Y la esperanza cambia de color
Los huesos del hombre sabio
Es arena con la que juegan, olas de vileza
El fuego del espíritu ensancha el camino,
Que ocupa el festín de la locura.
Se apagan las luces de la inocencia.
Las traiciones encienden sus faros.
El viento se lleva el lamento de los que le aman
Rasga la tierra el grito de los que le odian.
El bruñir de cadenas recoge
El himno desesperado de las lágrimas
Nada cambiará Su destino de muerte.
Dos gruesos troncos maldecidos desde sus raíces.
Se entrecruzan, para colgar Su cuerpo
Teresa Ternavasio
1/06/2011