Delirio
Después de darme tu mano
al decirte que te necesitaba,
me ayudaste a luchar conmigo mismo,
a vencer a mis fantasmas
cuidándome como a un niño.
Por ti no me llevó la locura
cuando más me hallaba perdido,
en esa noche de desesperación
tú estuviste conmigo
dándome tu protección,
no me dejaste solo,
y en el borde del abismo
me aferré a los destrozos
que me quedaban de razón.
Ahora, eres tú,
el fulgor de una estrella
en esta noche tan oscura,
mi poderosa y nueva adicción,
la fortaleza que me devuelve la cordura
y que a mi vida le da dirección.
Gracias, te dije, al aclarar el día
con el fervor de mis sentimientos,
luego, todo sucedió tan deprisa
que olvidé el confuso correr del tiempo;
tu boca, esa que siempre quise besar,
tu boca, de rosa y dulzura
a la mía con un beso sorprendió,
cuando mis brazos ciñeron tu cintura
entregados y embargados de pasión,
nuestra ropa emprendió una aventura
que ninguno de los dos percibió,
porque en ese día que empezaba
tu cuerpo y el mío inauguraban la función.
( Continuará...)
Ceci Ailín