Eres cascada de fuego,
que cae sobre rocas
de forma sinuosa,
callada y ansiosa.
Tu vida es delirio
que arroja osadía,
con ríos de llamas
que incendian los fríos.
Es lava que corre,
que quema y alivia,
que pide y solloza
con furia del alma.
Son tus laberintos
los que la senda celebra,
en noches serenas,
con fuego que crece,
se mueve y se enreda.
Tu silencio me sorprende
en el reflejo cristalino
del calor de tu mirada,
que abraza a la esperanza
con la fuerza del torrente
que recorre el tiempo.
Eres cascada de arrebato,
vehemencia con ardor profano,
tu silueta es de magia
que en los ojos se refleja,
con colores destellantes,
como pólvora encendida.
Eres como estatua de granito,
con grandeza y con alteza,
eres capitana de realeza,
y junto a tu iluminación
un caudal de ternura
sobre el infinito.
Eres la mujer que la luz obsequia,
desde las honduras de la lava ardiente,
desde la sima del fuego nuevo
donde nace la pasión profunda.