Mis hijos son
capitanes de distintas naves
navegan diferentes mares
en un planeta que,
es el mismo.
Cada uno ha librado tempestades,
cada uno con su propio destino y yo,
he tratado de mantenerme en la orilla
firme,
erguida.
He tratado de estar siempre ahí,
en pie de guerra,
siempre encendida,
sin poder acompañarlos en sus travesías.
Me quedo quieta,
como faro y como guía
no puedo ni debo seguirles
no puedo estar a su lado en cada aventura.
Pero saben dónde estoy parada
y pueden llegar a mi si así lo necesitan.
Sólo ellos saben
si mantenerse cerca de mi luz
o correr el riesgo de alejarse de mi orilla.
Cada uno es conquistador
de sus propias aventuras,
cada cual con sus destrezas
navegan solos cada día;
les acompañan mis oraciones,
mis principios
el ejemplo dado
las palabras dichas
las caricias hechas
los silencios compartidos
y las risas bien vividas.
Todo esto, entre tantas cosas,
forman de cada uno el equipaje,
la caja de herramientas,
el mapa a seguir
pero no son el destino a llegar
sino el muelle del cual partir.
Mis hijos comparten el mismo Dios
y parte del nombre en sus apellidos,
comparten el corazón de esta madre
que con todo su amor,
les da cada día su bendición
para protegerlos en el camino.
Mis hijos son capitanes de distintas naves
pero,
de esta madre, que escribe hoy,
su motor son
y su más grande orgullo.