En cualquier lugar del mundo (independientemente de la situación político-social que se viva), se practica deporte; los deportes de grupo.
Los chavales alegremente vacían su vitalidad, dándole a una pelota, nadando, corriendo o saltando, de cien maneras distintas, el deporte es vida y forma parte de la misma. Es actividad, que practican por propia voluntad, de buen grado, al serles grata de realizar.
Se unen para marcar un gol, nadar mejor o correr mucho más rápido. Esos chiquillos, son seres que se estan formando, y como tales, están recibiendo información de como debe ser su aptitud y comportamiento en la sociedad; resulta un tiempo idóneo para su instrucción.
Por ello, porque son estos pequeñajos los que mañana conformaran nuestra sociedad en todos sus ámbitos, y siendo éste, un aspecto de sus vidas que les satisface, están más abiertos y receptivos que nunca. Serán los albañiles, banqueros, economistas, arquitectos o barrenderos de un mañana muy cercano; conformaran bases, un eje, con las espirales que entiendan valederas y correspondan de estipular.
Nosotros, los adultos, debemos estar atentos, muy atentos, a como se les dirije en sus apetecidas actividades, procurando converja un mayor entendimiento, una mayor fluidez en todos sus facetas humanas. Así retribuyendo en fomentar la máxima cohesión entre seres, al margén de credos y razas, y que sea cual sea su tarea a realizar en su mañana, prevalezcan unos principios que aunen, jamás que discriminen separando, y con la máxima dedicación, inculcarles la igual importancia de cualquiera de las profesiones que se desempeñen dentro del circulo operativo escogido, el cual es nuestro sistema.
Es primordial la atención que les dispensemos, pues contribuirá en el futuro, a un correcto equilibrado funcionamiento en el planeta.
El afán de superación es importante, nos permite llegar más allá de donde estamos, pero no tiene porque estar sujeto a un excesivo espíritu de competitividad, el cual de manera consciente, inconsciente o irresponsable se inculca.
Estaría bien, que quien dedica tiempo en el entrenamiento de nuestros chavales, tuviera también, -aparte de sus capacidades deportivas- ese punto de psicología pedagógica, para así, poder colaborar y mejorar los matices del interior de esos aventureros seres; de su buen hacer dependeremos, tanto nosotros, sus mayores, como esta tierra.
Fácilmente, un adulto que este atento, advierte las necesidades y carencias que tienen nuestros menores, igual que como nos damos cuenta de las ineficaces maniobras cuales colapsan o engrasan el funcionamiento del sistema. Con dedicación se podría constituir, con esta dedicación, una porción de coherencia en su entender la importancia de la interrelación entre todo lo que hay y activar la palanca del cuestionamiento (antes que fuese tarde), en las acciones de ellos; manifestándose sus acciones como la opción humana, más sana por su coherencia. Facilitándoles las llaves que les permitiran desenvolverse sin suspicacias con respecto a otros y afianzándoles en un vinculo que se estrecha y apercibe a la familia, en un vinculo cual los enlace en una sintonia consanguinea de hermandad.
Los chiquillos, nuestros hijos, son como cd,s virgenes a los cuales se les incorporan datos; ellos no se dan cuenta, ni son todavía capaces de dilucidar si estos datos son válidos o no, si se hallan dentro de unos valores a tener en cuenta, si les serán de utilidad o les sentenciaran a una cadena perpetua de esclavitud en cualquiera de su multitud de formas. Los chavales son como esponjas, -bien se dice- se empapan de todo aquello que hay
en su entorno, de lo que sabiamente alimenta y de lo que destruye, de absolutamente todo. A esa edad (edad de constantes descubrimientos), no están capacitados para determinar aquello que hay que rechazar o lo que corresponde. Ellos repiten con gestos y palabras lo que escuchan o ven; son grandes estudiantes, y no sé -a ciencia cierta- hasta que punto, sus mayores somos conscientes, que con nuestras enseñanzas -que son acciones-, sin cesar, ejercemos de maestros; ellos suelen (tarde o temprano) por acabar copiando lo que registran.
Entiendo, que el deporte de grupo, no es tan solo propinarle cuatro patadas a un balón o competir en pos de ganarle a un rival o mejorar una marca, tampoco su valor estriba en ganar la plata o el oro de medallas, ni inservibles honores que nos realcen como ser; el deporte podría significar, el encuentro con uno mismo, con la fortuna de unos principios que quiebren esas hipotéticas infranqueables barreras que nos separan del resto. El deporte tendría que servirnos, como muestra de la posibilidad existente, como fundamento para que emergiera una maquinaria capaz de construir socialmente y en lo humano lo mejor.
318-omu G.S. (bcn-2011)