Que es la noche, sin esperar un beso, sin tener el cobijo de un beso, primero de una madre, de una tía, de un hermano o incluso de un perro; que sería de las horas siguientes al crepúsculo sin esa ansia loca cuando joven, de ese sosiego cuando adulto, de esa soledad pudiera ser cuando viejo; cuanto sabe la noche, de desvelos por estudio o por amores o simples cantos vesperales nunca terminados. Pero mas que todo eso, que es la noche, sin la compañera de la piel exclusiva, toda nuestra, de la voz que de escucharla nos contenta, del abrazo que desnudos nos cobija, del silencio que nuestras penas nos alivia.
Que es la noche sin la esperanza de un beso, del amante, del cortejo susurrante, de la caricia disimulada en el día y arrebatada en la noche, de la cabellera contenida, de los pasos decididos que me acercan a ella; que de la ropa caída, que de la luz titilante, que de la rosa recibida, que de su vientre en mi vientre, que de las dos bocas que se encuentran, que del frenesí de un abrazo, que de las copas de vino vacías, que de mi vida sin ella.
Que es la noche sin sus pequeñas manos, que al acercarse me acrecientan, navegando mi cuerpo; que es la noche sin sus ojos que son mis luceros, sin ellos me pierdo, soy un topo.
Jordi