Deje que partieras aquella mañana,
con la ciega creencia que volvías,
sin imaginar, que por siempre te irías;
dejándome una sensación extraña.
No sabía, que el diecinueve de mayo,
te estaba para siempre perdiendo,
y al ver, que tu amor se fue muriendo;
sentí en mi vida, un gran desmayo.
Tu partiste una alborada,
y ni un adiós me diste,
y así fue, como te fuiste;
dejando mi alma acongojada.
Fue la última vez, en mi vida,
que escuche tu dulce voz,
sin saber, que escondías el adiós,
de una triste despedida.
Aquella tarde me dijo tu amiga,
que ya tu no me querías;
y con aquella actitud herías,
el corazón, al decir que no te siga.
En un momento, me encontré desconcertado,
queriendo creer, que todo era un sueño,
donde al despertar, seguía siendo tu dueño;
pero aquel amor, estaba muerto, y enterrado.
Nunca pude saber el motivo,
de aquella desdicha mía,
que se robo, en un segundo la alegría;
dejándome los recuerdos de castigo.
Volaste cual alondra fugitiva,
dejando vacío, el nidito de amores,
y ahora cual pérfidos traidores
la duda a mi pensamiento castiga.
Cual despedida me diste un beso,
sin levantar la más mínima sospecha;
mientras yo obtuve la cosecha,
de una lejana partida sin regreso.
Quizás en tu ausencia lejana,
poco a poco me irás olvidando;
mientras el recuerdo va torturando,
a esta vida que llevo sin ganas.
¡Ahora!..., en cada noche sombría
la nostalgia invade mi alma,
haciendo perder trémula calma,
y acrecentando la tristeza mía.
El motivo por el que te fuiste,
es un misterio que debo resolver,
si nunca más pensaste volver,
¿porqué ni un adiós me diste?
Solo me queda la eterna lucha,
contra este terco sentimiento,
que no se aparta del pensamiento,
haciendo, que mi tristeza sea mucha…
Tan solo queda el recuerdo,
de una pasada noche estrellada,
que cual cuento, del mago y el hada,
hablamos, de un amor muy cuerdo.
Todo el enorme cúmulo, de promesas
que alegraban nuestros corazones,
se fueron lejanas, junto a las ilusiones;
dejando en eterno reemplazo, a la tristeza.
Y así. Te convertiste en asesina
matando para siempre mi creencia,
apagando la luz de mi existencia;
tapando, cual nube al sol que me ilumina.
La luz de mi esperanza apagaste,
como al agua al fuego;
y mi amor, fue tu entretenido juego,
donde todo lo destrozaste.
Tú. Asesina de ilusiones;
mataste para siempre mi creencia,
y así acabaste con la existencia…,
de aquellos ratos de pasiones.
Aunque hayas muerto mi ilusión,
no busco la terrible venganza;
cual fénix, renacerá mi esperanza,
y tu al cielo darás explicación…
Tú bien sabes cuanto amo
mi corazón, o tu pérfida alma;
pensando encontrar la calma,
en un rayo que todo destruyó.