Ahí va mi niña caminando
y al son que mueve su enagua, cada rosa que va rozando, forman luceros alumbrando sus ojitos claros, verde agua. Regalé a mi niña un espejo de plata fina y porcelana, la tiene tal cariño y gracejo que la añora cuando está lejos y la sonríe cada mañana. Acuna en sus manos un nido de alegría y paz contagiosa. Lo mismo te borda un zurcido, que irrumpe en llanto contenido, ante el volar de una mariposa.
Para Sheyla, mi hija