FELINA

GÉLIDA DESNUDEZ

Era un día lluvioso,

sin sol y sin ocaso,

el otoño llegaba...

despojábanse los árboles.

Era una lluvia de hojas

que mi cuerpo bañaba

y sobre el tapiz mullido,

mis pasos, yo daba.

Pisando la hojarasca

en el asfalto mojado,

mirando el otoño

y sus árboles desnudos,

en dónde la ventisca

fuertemente se estrellaba,

las hojas desprendiendo

que en sus tallos, quedaban;

formando con ellas cometas,

que se iban elevando

en el azulenco firmamento.

En mis adentros pensaba

en la gélida desnudez,

dejando escapar lágrimas...

todas, a la vez,

las que mis ojos retenían,

rodando en mis mejillas

tan frías las sentí

y, pensé en esos seres

que no tenían techo,

me dolió fuerte el pecho,

el corazón latía,

me sentí impotente,

soluciones no veía.

Dibujose en mi mente,

la vida de los dementes,

ancianos e infantes

que las calles poblaban.

Esas hojas color sepia

que los árboles lanzaban,

era el único abrigo

de esos seres indigentes,

qué calentar no pudieron

sus carnes temblorosas,

filtrándose en sus huesos

el  otoño inclemente...

enfriándoles arterias,

los sentidos y la mente.

Grabose en mi pupila

esa escena deprimente

y me dolió el pecho...

mucho más que de costumbre

y me dolió el alma...

de la angustia que me daba...

en mi interior sensible

una queja me agobiaba...

¡Era un dolor profundo

y la vida me pesaba!

¡Era un dolor profundo

y el alma me sangraba!

Felina.

GÉLIDA DESNUDEZ