Tu foto es la única medida de lo incomprensible,
las manos me tiemblan y tus ojos,
aún fijos en el espejo que retrató tu dolor
lloran, siembran en mi alma la semilla del abandono.
Apenas un hilo de sol en el horizonte,
acompaña en la tarde esta siembra que quiero detener y no puedo,
el tiempo que ya selló el destino
y todo es desolación.
Cansado de llevarme puesto, a la deriva,
enredado en tu pelo desprolijo y tu mirada de espanto,
percibo los destellos del ácido que baña tu rubor
y avejentaron de repente con arrugas mi piel.
Me senté en el tren a esperar que arrancara,
el vacío andén puso demasiado cansancio en mis piernas
despojadas ya de la meta de estar juntos hasta el fin de los días:
todo aquí huele a desolación.
José Memijos