Angel Reyes Burgos

Tu asesinato...mi liberaciĆ³n

 

Era una preciosa tarde de primavera, caminábamos cogidos de la mano por el campo. Bromeábamos y entre risas, me confesó una infidelidad. Dejé de sonreír y soltando su mano, con ira en los ojos, la insultaba y reprochaba una acción tan dolorosa y deshonesta.
Reprendiendo mi actitud para ella exagerada, me gritaba y a cada uno de sus gritos, los míos aumentaban de volumen degenerando en una discursión cada vez mas violenta.
Alce el puño con ímpetu y su cuerpo cayo desmadejado sobre una roca agonizando entre espasmos. Pronto se teñia de rojo la tierra de su alrededor, mientras mi mente se negaba a la realidad, permanecía de pie y estático, sin poder reaccionar y absorto en el mas profundo vacío.
La realidad, se fue abriendo como un cuchillo caliente en mi mente y muy despacio me senté junto a ella, tomé su cabeza con dulzura poniéndola sobre mi regazo, mientras mis labios rozaban los suyos, murmurando una canción de cuna... duerme mi niña, duermete ya.... al mismo ritmo que en un vaivén de mi cuerpo, la mecía conmigo.
La noche se precipitó sobre nuestra soledad,  seguían con la monotonía de mi particular nana post mortem y mi cuerpo moviéndose a su ritmo.
El día, parecía haber surgido en cualquier instante de la noche, en una noche sin tiempo, mi cuerpo seguía balanceandose... y mis labios pegados a los suyos seguían murmurando... duerme mi niña, duermete ya, a la vez que se instalaba una profunda pena dentro de mi, que daba paso a la auténtica realidad y mis ojos se llenaban de lágrimas de dolor,
 que mojaban sus labios.
Mis sollozos entrecortados, no me dejaban seguir con mi particular nana
mi cuerpo se mecía incontrolable, al ritmo de mi corazón.
La noche se apoderó de nuevo del día, sin que sintiera sueño o cansancio y antes del alba... mi mente se precipito a ese largo túnel, donde al final, una luz cegadora parece esperarte.
Sabia que esa luz era mi salvación y mis pasos me llevaron hasta el final del túnel, vislumbre delante de la luz, una imagen con los brazos abiertos y la sonrisa dibujada en su rostro.
Al llegar hasta ti, tú que por mi mano yacías muerta, me estrechaste entre tus brazos y me dijiste al oído,
no pasa nada corazón, ahora todo esta bien... y juntos, desaparecimos como una supernova, para integrarnos al universo...


Personalmente, se que la violencia nunca esta justificada...

y digo, Vasta ya...

 


Ángel Reyes