Reside en la pompa de la boca la libertad
El agua del recorrido, sus tejidos
El silencio, de muerdas bocas.
Los labios, las palabras,
Enjugan el verbo, néctar puro,
De su ancestral cordura
“se de las dormitadas noches.
Y sus lágrimas ardientes, en la penumbra de una hoja
Se de las lunas y las trasnochadas flores, en el pétalo de una boca
Se del silencio, y de las mal dormidas noches y sus sueños,
Se de sus realidades al desnudarse la aurora,
Y de los vientres apretando, hasta la garganta
Sin embargo desconozco del olor de las rosas
Y el perfume de los manantiales,
Las noches de alba, y las mañanas naciendo
Los marfiles tallados en la ausencia del hombre
y sus paladares en la hora en que mudan los astros
Donde ya nadie escucha,
Se del miedo tras las horas,
la yerba en que nace el silencio en la horas profundas,
Pero conozco el olor de las frutas de mi casa,
Las guayabas y el perfume de la tierra,
y el olor a cocerse de las lentejas,
y también el de la panela,
y se del no ser nada
y el adiós tras cada despedida
Se del sabor de la piel curtida en mis ropajes
Sangre profunda indígena,
Eco ancestral de mis verbos
Donde fecundo allí lo que yo soy, numen profundo.
Las palabras que en mi pecho sangran
y mi garganta guarda en su esencia”
Eso es todo y mucho mas
Y entre todo me desconozco a mí mismo,
Para recordar quizás lo que no es nada
Y lo que importa.