El tiempo como una condena persistente
va alargando mis desoladas épocas,
el sol despistado a visto recorrer mis difusos años
y ni siquiera me ha dispensado una cálida sonrisa,
sigo aquí dejando desfilar el inclemente tiempo
desamparado y sin una suave mano
que me regale sus arrumacos,
ese regalo, la vida que para algunos es de fortuna
para otros es una cruz molesta que se lleva a cuesta,
van y vienen los días y sólo es un transcurrir de horas
porque a mi se le esfumaron las aspiraciones,
los únicos instantes agradables los encuentro cuando
en mi cama vacía me encuentro soñando con ella,
el tiempo inclemente sigue su curso perverso
y yo sigo sin contemplar una agraciada estrella,
aún subsisten mis manos antiguas
para narrar lo que siento,
tengo fe en Dios, padre hijo y espíritu santo
y como Jesús mi salvador cargo una cruz
pero de pesado hierro, y su lucha no es la mía
aunque amo pero tampoco con las mismas fuerzas,
y aquí estoy sentando con mi compañera de vida la
poesía, con un día mas de vida
escribiendo mis dolencias como invariablemente
y dando gracias a todo aquel que en verdad siente
que me aprecia, Dios los bendiga poetas, amigos, hijos
como siempre.
¡Ah! y mi edad es un secreto del cielo.