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Cada adiós, es un pequeño pedazo de la muerte.
Como si cada pétalo caído fuera la extinción de una rosa.
Si, acaso, caes de rodillas ante tu falso verdugo,
Acuérdate de mí.
Si en un hogar turbulento, un teléfono suena y llora,
Y tus manos son atadas por inmensas telarañas.
Deja que caiga el viento de mi invisible presencia, y
Acuérdate de mí.
Diosa, reina y amor mío, cuando al calvario te llevan.
Quedan tus huellas mojadas por una sangre indeleble,
No soy yo. Soy de otro. Gritas al silencio impío,
Acuérdate de mí.
Cuando arrebatan tus sueños y amenazan con quemarlos,
También los torturadores tienen miedo de quemarse.
Reza la oración que juntos a escondidas la oramos, y
Acuérdate de mi
Si piensas en un adiós. Si temes a tu verdugo.
Si te entregas fácilmente. Si nunca gritas mi nombre.
Si hay lágrima en tu calvario. Debilidad en tu oración,
Nunca te acuerdes de mí.