Un gran misterio
es la teología,
estás en el sagrario,
estás en la sinfonía
pero muy pocos te ven.
Unos necesitan verte,
para saber si existes,
unos te discuten
y otros no creen en ti.
Llegaste e hiciste
grandes maravillas,
en una cruz
grande y fúnebre
tú expiraste,
pero nosotros
aun a la deriva
olvidamos tu vida,
tu sudor
que ya era sangre
y tu temor
que era fortaleza
son la prueba
más real de que existes.
Entonces, ¿por qué
no creen en ti?
¿Para qué buscan
restos de alguien
que vive?
¿para qué cuestionan
la realidad
de la biblia?
¿por qué tienen que verte
para comprobar
tu infalible existencia?
¿No basta con la alegría?
¿acaso solo sentimos
por nuestra propia voluntad?
si nosotros somos
testigos de cada amanecer,
de cada gota de rocío,
del llanto de una madre,
de lo más perenne
due no existe por si solo,
alguien lo debió de erigir
y aun así, dudamos
que ese alguien es Dios.
Si estuviese enfrente de ti
mí Señor,
en tu hombro sollozaría,
en tus manos me refugiaría,
en tu paraíso viviría,
a tus pies me postraría,
a tu cuerpo me aferraría,
tus palabras creería
y de Tí jamás me alejaría.
Pero no exijo verte,
porque de Tí no dudo,
te amo a través del tiempo
y el tiempo eres tú,
eres tan real
como mi presente,
y mi presente no existiría
si Tú no me hubieses creado.
Bebo tu sangre
y recorres mis venas,
como tu cuerpo
y alivias mi enfermedad.
Te siento en el viento,
en el verso de mis poemas,
y en el latido de mi muerte,
porque solo en mi muerte
podré verte,
después de que en vida,
te contemplé
hasta en lo perdido.
Te siento dentro de mi,
y tu sientes mi amor,
y si una vez más
estuviese enfrente de ti
dormiría la eternidad
solo a tu lado,
y viviría la muerte
en tu cielo
estrellado.