Yo tampoco escribí nada,
me quede dormido,
no encontré
ninguna carta,
ni ningún corazón rojo,
pero si soñé contigo
aun que sin verte mis ojos.
Y escuche en la media noche
tu voz como me llamaba
y los poemas más dulces
en mi boca tatuabas.
Yo, mi amor,
que siento como sietes tu,
y...se me enciende el cielo
con la luz
de tus bellos ojos,
sobre todo, cuando me miran
en la penumbra.
Penumbra,
que enloquece mi alma
de ternura y pasión
de un amor divino
como tú eres tan divina
eres un ángel que bajó, del cielo,
para enseñarme el camino de la felicidad,
felicidad que emana de tus dulces labios
y el cálido aroma de tu cuerpo, escultural
que me transporta al infinito.
Autor Joaquín Méndez.
Reservados los derechos.
15/06/11.