Como las gotas de sudor
que resbalan por tus caderas
al amarte,
en ardiente trance de pasión,
voy desapareciendo sobre tu carne
introduciendome, hasta ser vibrar
tus fibras rosadas y mojadas.
De tu boca, salen gritos de loba salvaje
y tus uñas me clavan
como espinas, en la espalda
atrapándome en el frenesí alocado
de nuestros cuerpos, danzando
sobre la hierba verde del prado,
hasta inquietar el trasnochado sueño
de una luna llena que nos descubre,
insólitos y solitarios
atrapándonos en deleites voluptuosos.
Y asi, siento
el palpitar de tu vientre húmedo
al traspasar mis labios encendidos
que caminando como un niño sin sueño
van dejando sus huellas de inocencia
sobre tu inescrutada y tierna piel.
Bien, al destronar tus bien coronados
pechos dorados, casi corregido por mi indecencia
y con la paciencia de artesano,
sucumbo a tu penitencia
oh, reina y soberana de tus montes,
a beber de tus rígidas fuentes
el dulce y arrobado gusto
de tus pechos destronados.
Y asi, como un audaz y solitario aventurero
me levanto de ti, guardando
mi gran sable plateado
dirigiéndome a otros terrenos inexplorados
Y cantándole a la luna llena,
un canto alegre y de triunfo
Escapándome del amanecer.