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El Omnipotente

(Anónimo)

¿Señor, donde no estás? ¿Dónde podre encontrar la ausencia de Tu rastro?

¿Quizás en el abismo? ¿Tal vez en el espacio?

¿Si me hundiere en lo profundo de la mar, si cavare debajo del sepulcro y descendiere al fondo de la tierra, podre la ausencia de Tu nombre hallar, y Tu gloria dejar de contemplar?

¿Si edificare casa en las tinieblas, sobre los predios de la misma muerte, podre ignorar tu grande omnipotencia, y negar la verdad, de tu existencia?

Dura cosa, Señor, es para el hombre, pretender ignorarte neciamente.

Pues cuanto más te niega, más te siente. Porque mucha es la gloria de Tu nombre.

¿Señor, quien no te ve? ¿Quién no te admira?

He aquí yo te encuentro en todas partes. Cuando miro los astros impidantes, ellos me hablan de ti.

Te encuentro en el cenit, te encuentro en el nadir.

En el azul del cielo y en el zafir del mar. La noche pensativa te contempla, la aurora cantarina te alaba al despertar.

El átomo te vio cuando creabas, la gravedad, el ritmo y la armonía.

Y cuando a todo el universo dabas infinito equilibrio y simetría.

Tú creasteis las leyes de la vida, y trazasteis el camino de los años, las horas te obedecen, los siglos se te humillan.

Y delante de ti la historia es arena movediza.

Yo advierto Tu presencia, Señor Omnipotente, en todo lo que miro, en todo lo que siento.

En la alineación del sol y en el clamor del viento.

En las noches de amores y de bodas, y también en las horas de los muertos.

Tú en el oriente y en el poniente. Tú en el norte y en el mediodía.

Tú en el pretérito y en el presente. Tú en el futuro y en la eternidad.

Tú también en el éter y en el espacio, y en las tardes de opal y topacio.

Si las falsas escuelas engreídas de mala ciencia y de filosofía, no te confiesan ni te rinden gloria, yo con todas las fuerzas de mi vida, te cantare poemas de victoria, y con el fuego de mi corazón proclamare Tu nombre.

Y les diré a los hombres, que hay un Dios que salva,

¡Y un Cristo que nos trajo redención!