Tibia avanza la llama al clamor del ojo fugitivo, mordeduras al alma consumen tan sublime agonia que arde como un hechizo, la llama destruye y sutilmente se deja admirar como una ola de oro que sube y baja con parsimonia viajera, que sin tren ardiente nos lleva de viaje.
La noche se deja arder por la hogera, sigilosa irrumpe la imensidad, la espesura, deja a su paso oros llameantes que se escapan por caminoa furtivos, por atajos piramidales o por una que otra pasion vedada.