¡Oh! suspiros que a los cielos suben,
que caminan por mis afligidas penas
con aires de tristezas mías,
y con aromas que me llegan
del silencio tuyo.
Dulce encanto,
por ti los llantos son diluvios,
por ti las ilusiones son suspiros,
y mis fuerzas desfallecen
entre nubes pardas
y tempestuosos delirios.
¡Ah! tiempo
en que el silencio trasnochado
perturbó mi horizonte,
atisbando tu figura
entre incomprensible bruma,
hecha a pinceladas de brillo
cual princesa de sueño,
y atraída por mi anhelo de fantasía.
Hoy despierto dormido con la ociosa
aurora del destino incierto.
Unos cenzontles hechos pareja,
cruzaron las nubes del mar
entre los hilos luminosos de la aurora,
y tú, con tus alas delicadas
y suaves de mariposa,
cruzaste el firmamento
volando de forma airosa,
sola, sin mi, sin ti…
¡Oh suspiros de diamante!
que conmigo siguen,
compañeros fieles
de amores perdidos,
que se mueven y se mecen
como si fueran los mismos luceros,
luceros perdidos
entre profundos suspiros.
¡Oh! Ausencia de cisne en vuelo,
que envuelves a mi dolor enfermizo,
a veces quisiera mejor estar muerto
que dejar de verte siempre en el infinito.
Más el crepúsculo encantado
me ha devuelto las ansias
de cantar nuevamente.
A través de las rosas de luna,
he visto crecer la ternura,
con bellos sentimientos de dulzura,
y con inmensos suspiros de fortuna.