Me atraes a tu cuerpo de Diosa
como si fueras un imán potente;
me miro en esos ojos de fuego
y digo por dentro ¡Dios, detente!
Eres como una laberinto etéreo
donde yo me quisiera perder;
viajar por el valle de tu placeres
para explorar lo que me vas a ofrecer.
Nunca antes pensé en pedir clemencia
a una mujer que me abra su alma,
pero tengo temor perder la decencia
más de lo normal y perder la calma.
Tu labios rojos son el infierno vivo
en el que yo me quiero quemar,
y por tu piel de dama lujuriosa
dejar mis caricias y hacerte sonrojar.
¡Ay de esos dedos tan traviesos!
no pares en tu acto de seducción,
por favor, sigue el mismo sendero
pues loca de pasión yace la razón.
Abre tu paraíso, ¡Ya no lo escondas!
¿acaso no quieres estremecerme?
Ven, amor y amame de mil formas;
después de todo, vas a convencerme.
Entraré en tu mundo para amarte,
así lo decidió mi corazón enamorado;
serás la reina que mi cuerpo idolatre
dueña de mi ser, por tí ilusionado.