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La chica no duerme,
me lo dicen sus sabanas,
me lo dicen las caricias
que bajan por las paredes,
y su mano en el sexo,
y el pulmón de su vientre,
me lo dicen los grillos
y entre el vilo de sus pausas,
me lo dicen los sonidos
de sus dos yemas mojadas.
Y la habitación pequeña
y la luna tras la persiana
y la noche insondable,
la noche larga que nos queda por delante,
la noche, que separa nuestras camas.
Porque su mano sigue
en su sexo de chica, de chica callada,
de chica valiente, mas caliente que callada
y mas húmeda que valiente
por eso gime,
solo tan apenas, pero todo gime,
por toda la garganta, gimen,
delicadas fuentes, de sus blancas bragas,
que me llaman y todo lo reclaman
y todo me lo piden
y todo me lo atrapan.
Mi prima no duerme,
yo me caliento y ella es calor,
y me grita la puerta y el búho y la araña
y la tela de araña donde cuelga ésta,
me gritan, las venas, ¡que vaya!, ¡que vaya!,
solo el tabú dice que "¡no!",
mientras las olas del mar dicen que "¡sí!"
y el terremoto de Venus
y la nieve de las montañas,
que "sí", un volcán en erupción,
y las langostas de una plaga,
dicen que "sí" la pulga y el león
y el pétalo mas tierno,
dicen que "sí" los bosques de Bulgaria
que "sí", todo mi cuerpo
y hasta la lengua de Dios
dice que vaya.
Yo me procuro, en la penumbra, una sorpresa,
como un silencio sin reflexión,
a mi mismo, me procuro, y entonces voy,
sin armarme de valor ni mapa
y ella todo me lo acepta
sin decir apenas nada.
Entonces siento que ella esta hecha de mi,
como la roca que lleva dentro
la roca de la que esta hecha,
que yo soy de ella, ahora y aquí,
que de mi, ella, por completo,
para mi y de mi, que de alguna manera
su pelvis es mía y sus uñas
y el algodón de sus hombros,
su cintura de avispa
y el candil de sus ojos,
y así como envuelta en llamas
una rosa sin espinas,
ella es de mi, poco a poco.
Húmeda de barcas, mi afrodita,
yo a las doce menos cuarto, su señor
y al pasar la medianoche, su lacayo,
y desnudos como el agua
nos tocamos los dos, nos besamos
piel con piel, sudor con sudor
labios rojos, dulce miel
y de sus orejas en los lóbulos
extraigo a su blanca piel
un escalofrío del armagedón.
Un violento escalofrío blanco
la recorre de guateques
y en toda su desnudez caen los ramos
y en su cuello, mi alimento,
yo me alimento y ella quiere
ella solo lo quiere todo,
entre sus pechos, todo saliva y todo fuego,
por y para los dientes de mis ojos,
mi lengua navega el ombligo hasta su fémur
pasando por su pubis sin cerrojos
y mientras se empañan los cristales
desaparecemos por un instante
metidos en la boca del Zeus.
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