Cuan insensibles tontos,
corremos por la vida; la
enmarcamos en
nosotros… rodeándonos
nudas gentes al margen de
las miradas que se
perciben… colgando
nuestra existencia de la
manera de ser.
Tu mundo y el mío, el
mismo de los mortales;
aquél que la luz del sol le
brinda los despertares y,
entre el ocaso y la aurora,
florece una negra rosa con
un tremendo lunar, cuan
siendo, de ella, un ojo.
No son mundos
diferentes; sólo que tus
pensamientos giran en
torno a tu ambiente
encerrando la existencia
en tu gran necesidad y, en
efecto, lo hace tuyo sin que
importen los demás.
PABEDIZ…