¡Oh! Amor, vienes a mi memoria en esta noche de lluvia;
siento y veo aquel descenso desde la escuela a tu casa,
tu mano era caricia al refugiarse en la mía,
corazones de diez años en inocente alegría.
Aprendimos a escribir, para escribirnos… “te quiero”.
Cuando de ti me arrancaron quedó en el aire “hasta luego”,
y al encontrarnos de nuevo, tú estabas comprometida
con quién fue mejor amigo,
y nos cruzamos miradas de sumisión al Destino.
Destino ensañado en ti que arrebató tu hermosura
en la flor de tu vivencia tan sensible, noble y pura.
El otro día tomé fino Jerez con mi amigo,
tu nombre no fue palabras,
sino emoción del camino donde cruzamos miradas,
y sin saberlo, supimos que en nuestro llanto los dos
a tu imagen recurrimos.