¡Ah! La tristeza del cielo por
los hombres en la tierra,
con sus nubes que naufragan
despertando en la tormenta
a lágrimas que se amotinan
en las alturas desde su alma.
El cielo con sus colores grisáceos,
de rojo violento y ceño fruncido,
con truenos de luces se asoman
bajo faroles de indiferencia
de la conciencia dormida.
¡Ah! el cielo estremecido
por vidas desperdiciadas,
ve a los seres torcidos
desde el tronco hasta las ramas,
arrastrando su sombra de noche,
donde la negritud de los tiempos
se vuelve la mediocridad de la vida.
Así, las horas creativas
con latidos de esperanza
son sin misericordia descabezadas.
¡Ah! el cielo despejado,
con otras nubes, con otros tiempos,
algunos pájaros han retornado,
pero no son los nuestros.
Las sonrisas han surgido
de las caras vetustas y muertas,
pero no son las nuestras.
El sol que vive en eclipse ha vuelto,
pero no con aquel brillo
que alumbraba el firmamento,
y este cielo de lamentos pero con sentimientos,
es eterno y es lo nuestro.