Un grito, voz inequívoca de los que sienten,
se apodera de la paz de la calle;
se abre paso entre esa multitud
cómplice de ruindad y perversión
vestida de indiferencia,
entre rostros ocultos de tinieblas de maldad.
Un grito que clama justicia -como ayer-,
que rompe la calma de esta tediosa realidad
que nos ahoga;
que busca la cordura en la razón
del momento para volver a comenzar…
Un grito que nos auna, que nos hermana,
que dibuja otro horizonte pintado con los colores
de la esperanza;
un grito que pone cara a la ilusión
y freno a tanta locura y perversión.
Un grito de paz al que le sobran las manidas respuestas
postergadas a mañanas por llegar;
que no acepta más silencios
que llevan la muerte de otro día perdido,
de otro instante robado a esta ilusión
tan grande, que a lomos de tantas sonrisas
busca en la razón de la justicia,
la que se exige de todo corazón.
(jpellicer)