que vuelan en los silencios, que anidan en despertares del más puro sentimiento. Mis lágrimas son de aguas rojas de lamentos, azules de mar en calma y del fondo de los cielos. Mis lágrimas me esperan al presentir un encuentro, un abrazo, un “te quiero” o el más pequeño beso. Mis lágrimas de duermevela se preparan tras un lamento, un adiós, un desafío o un presagio de misterio. Mis lágrimas son tan mías que nunca las doy veto para salir por la puerta y correr hasta mi pecho. Me las sorbo cuando hay ira. Me las acuno en los besos. Me las retiro con las manos o las conservo en un pañuelo.