Desnuda te presentas;
sólo con una máscara de lechuza
cubriendo tu angelical cabeza…
Desnuda te presentas…
Tatuado llevas el amor en la piel
y a tu hombre se lo quieres ofrecer…
Una vara de bambú
fustiga tu desnuda carne
y el dolor se funde con el placer
en ese delirante instante.
Y tu boca, una rosa roja,
reclama unos labios ardientes
que apaguen la locura
de esta noche ardiente;
mas sólo encuentras
un viril pedazo de carne…
y vuelve la fusta a tu delicada piel
mientras tú lo lames.
Prometes ser la esclava perfecta
y en tu vulva encadenas
dos aros y una estrella
mujer resuelta en un místico placer
que ese acto conlleva.
Vuelve el placer al gemido
y pides con total sumisión
que tu cuerpo sea encadenado,
que tus manos sean atadas
a las dos frías columnas
de una blanca balaustrada
y que en tus ojos se ponga una venda
porque no deseas más luz alguna
que la de aquellas estrellas
que en tu interior se iluminan,
cuando hieren tu cuerpo
con ese amante látigo
que a tu espalda, una y otra vez,
se abraza y se separa,
te abraza y se separa,
se abraza y se separa…
Una luz angelical
ilumina tu cara…
Luego, casi exhausta,
reclamas nuevos azotes
para liberar a tu alma presa
en un cuerpo que ya no es tuyo
sino cuerpo de tu amo y señor
y de todo el que lo posea;
agridulce espera
con tu boca entreabierta
y tu mirada, en el suelo prisionera.
“O” te llamas:
O, de admiración;
O, de dolor;
O, de pasión;
O, de sumisión;
O, de completo amor
en entrega total
por el hombre que tanto y tanto amas.
Desnuda te me presentas:
túnica de tul,
máscara de lechuza…
orgullosa, sumisa
y profundamente enamorada…